El ombligo de los arquitectos (v. 1.0)

Por Jose Eduardo Guerra D.* @joseduardguerra

La palabra ‘arquitectura’ se ha convertido en la muletilla de nuestro discurso profesional; esa palabra intercalada con excesiva frecuencia en textos, publicaciones, congresos, cátedras, charlas y exposiciones sirve hoy para evadir y evadirse… para sacarle la vuelta al complejo asunto de dialogar, criticar, auto-criticarse y tomar partido. Un conjunto de publirreportajes se convierten en “documentos para la historiografía de la arquitectura dignos de estantería por el simple hecho de titularse “Arquitectos esenciales”, Arquitectura feliz” o Arquitectos de tal o cual país”. Un evento “de interés arquitectónico organizado desde la academia, la iniciativa privada o la burocracia gremial (instituciones colegiadas) merece atención no tanto por su enfoque, su temática o su nicho de investigación sino porque “viene el arquitecto famoso” (el mismo cuyo proyecto y rostro salió hiper-retocado en varias revistas), “porque a lo mejor el arquitecto nos revela algo del secreto de su éxito“ (aunque tengamos ya muy claro cuál es el “secreto”; no hay peor engaño que el autoengaño), “porque nos mandan los arquitectos (profesores) de la escuela; ellos dicen que la arquitectura de este arquitecto trasciende lo arquitectónico (?), o porque “expone tal ‘firma’ o tal despacho que tiene una trayectoria arquitectónica relevante” (no se suele mencionar el por qué o para quién es ‘relevante’ el trabajo porque habría que mencionar casi exclusivamente al organizador o al patrocinador del evento). La ‘condecoración’ que luego se vuelve instrumento mercadológico la otorga un grupo político, empresarial o académico sectario y el reconocimiento casi nunca viene de los destinatarios finales del trabajo o la obra del ‘laureado’, es decir, lectores, usuarios o habitantes. El problema del discurso vacío o confuso alrededor del concepto ‘arquitectura’ no es directamente causado (aunque sí influido) por los grupos de poder del gremio; esos que no son exclusivos de nuestra profesión ya que las jerarquías siempre han caracterizado y caracterizarán a las organizaciones humanas. El problema es directamente causado por el mar de intereses que buscan apropiarse, atribuirse o sintetizar sus valores y visiones parciales en un único concepto, vaciándolo de su contenido esencial; esto significa que al pretender sintetizar y expresar tantas cosas con la palabra ‘arquitectura’ terminamos por ser incomprensibles.

APROXIMACIONES [Ven claridad, llega ya]:

  • Tú estás en plena libertad de decir “Festival de arquitectura y ciudad” pero sería más claro y sincero (para tus clientes y para explicar tu producto) si dijeras: Exposición online de nuestra selección de proyectistas y conferencistas.
  • Tú puedes decir “lo que hacemos nosotros los arquitectos pero sería más claro para ti y para tus clientes explicar que tu profesión engloba los procesos creativos, la gestión profesional y el entendimiento de las construcciones, espacios y edificios que habitamos.
  • Tú puedes afirmar que “la arquitectura va mucho más allá del proyecto arquitectónico pero sería menos reiterativo y menos confuso decir que la profesión y el oficio de nuestro campo de estudio no se limita al mero diseño espacial.
  • Tú te puedes referir a cierta institución educativa como “la prestigiosa Architectural Association” pero quien te escuche te entendería mejor si le explicas que es una reconocida institución académica del Reino Unido formadora de profesionistas e investigadores en diseño y/o gestión de edificaciones y espacios urbanos. Mejor aún si dieras ejemplos o razones del por qué afirmas que es reconocida.
  • Tú puedes decir que estudiarás “una maestría de historia y crítica del pensamiento arquitectónico pero sería más fácil entender lo que harás si dijeras que se trata de un posgrado orientado al estudio de la historia y la historiografía del arte, el diseño en todo tipo de escalas, el urbanismo y otras disciplinas relacionadas con nuestra profesión. Si después te llegaran a preguntar la diferencia entre historia e historiografía, tendrías que explicarla.
  • Tú puedes argumentar que “la arquitectura en el siglo XXI no es sólo el proyecto” pero dejarías lugar a menos dudas si dices que tu profesión en estos tiempos no trata únicamente del pre-diseño de espacios o edificios. Tú puedes sonar (ojalá pretendidamente) misterioso al decir “habemos muchos arquitectos que hacemos arquitectura desde otros lados” pero se entendería mejor tu idea si dices que eres uno entre tantos profesionales, considerados tradicionalmente como diseñadores de edificios, que se dedican al estudio histórico e historiográfico de las obras e ideas que han influido en el desarrollo del hábitat humano así como de nuestra profesión y oficio. Es necesario asumir que ser más claro también implica dar más explicaciones.

Pero el discurso en nuestro gremio no es sólo verbal, la poderosa capacidad comunicativa del lenguaje gráfico que sabemos y podemos generar se limita y se dirige a propósitos banales: van y vienen en el mercado editorial ediciones de lujo en couché plagadas de imágenes ultra-editadas (sin gente, sin habitantes… como si el único objetivo de la profesión fuera producir esculturas eternamente diáfanas, espacios perpetuamente sobrios, o de acuerdo al famoso sonsonete que dice “la arquitectura es el juego sabio, correcto y magnífico de los volúmenes bajo la luz”…pero, al parecer, sin vida humana que los ronde); estas mismas imágenes aparecen al por mayor en las páginas web de muchos ‘despachos de arquitectura’, ‘oficinas de arquitectura’ o ‘talleres de arquitectura’ (¿cuál es la diferencia entre despacho, oficina y taller?). Hoy las ‘instituciones educativas de arquitectura’, las ‘publicaciones de arquitectura’, los sitios online de ‘desarrolladores de arquitectura’ (inmobiliarios), los canales de videos promocionales de ‘firmas de arquitectura’ o los perfiles de redes sociales de cualquier organización ‘orientada a la arquitectura’ tienen en común la búsqueda de algo tan intangible y efímero como “followers” y “likes” porque así se valida ahora “la presencia” o “el alcance”; las empresas de tecnologías de la información ofrecen “seguidores” y “me gusta” a quien pueda pagar por tenerlos y, quien capte más de ellos adquiere el arbitrario poder de crear a “la joven promesa de la arquitectura”, “el arquitecto más importante e influyente de esta generación”, “la arquitecta de vanguardia ‘face to watch’ del año”, “el ‘emerging voice’ del momento”, “uno de los cincuenta nombres de la arquitectura global” o convertir una serie de ponencias (en línea o en vivo) en “el evento más importante de Arquitectura (así, con A mayúscula) debido a la “exclusiva presencia”, en el presídium o en la pantalla, de “reconocidos arquitectos cuya ‘postura arquitectónica viene explicada por ellos mismos a través de obviedades adornadas por vericuetos conceptuales. El problema no está en querer vender un producto o una idea, el problema está en querer hacerlo con un discurso vacío, confuso o artificioso en extremo. Las palabras ‘arquitectura’ o ‘arquitectónico’ se han vaciado de contenido y ahora son parte del implícito “storytelling” asumido por  algunos estudiantes y agremiados (¿serán la mayoría?) que prefieren ver más “chic”, “nice” y posturero la aparente “seguridad” que aporta la síntesis de los vocablos antes que verse a ellos mismos en la comprometedora situación de explicar, ahondar o profundizar sobre el propósito, las intenciones o la razón de ser de ellos como individuos (arquitectos) y de su actividad profesional (arquitectura). El problema no es dotar al trabajo de un ‘storytelling’, el problema es que la historia para sustentar ese trabajo esté basada en una indefinición que esconde pretensión y vanidad.

INTERPRETACIONES [Olvida la vanidad y el orgullo déjalo afuera]:

  • Tú puedes decir “me dedico a la difusión de la cultura arquitectónica pero sería más claro (incluso para otros colegas) decir que has investigado sobre tal o cual aspecto profesional u obra en particular y has publicado artículos, antologado libros, coordinado proyectos editoriales, montado exposiciones, redactado fichas museográficas o elaborado material audiovisual para exhibición in situ o a través de la web y las redes sociales (así, sin miedo, de todos modos van a juzgar lo que haces y lo que no haces; y lo que haces por cómo lo haces… eso es inevitable).
  • Tú puedes proponer que “la arquitectura es mucho más que el campo arquitectónico o de la construcción” pero ese argumento es reiterativo y no deja entender que el diseño de espacios implica tener un conocimiento que vaya más allá de lo técnico-constructivo.
  • Tú te puedes definir sintéticamente como “profesor de la Facultad de Arquitectura de la UNAM” pero transmitirías mejor el propósito de tu nicho profesional si mencionas que eres uno entre dos mil docentes que imparten clases en la UNAM ya sea de diseño, construcción, gestión, análisis o historia de los edificios, de las ciudades y del hábitat humano en general.
  • Tú puedes juzgar al gremio diciendo que “el hecho de que como arquitectos no pensamos que la arquitectura puede ser más que el hecho construido, tiene que ver con la formación en nuestras escuelas” pero darías espacio al debate de ideas si plantearas cuestiones antes que afirmaciones; por ejemplo: ¿son nuestros formadores profesionales quienes limitan nuestro conocimiento e interacción con los distintos nichos en los que podemos ejercer?
  • Tú puedes sentenciar que “la historia de la arquitectura no puede contarse si no es a través de publicaciones, exposiciones y congresos” pero abrirías el espacio a la refutación y al diálogo  si dijeras que la evolución de las formas de habitar está registrada principalmente en revistas, libros, eventos organizados por el gremio y últimamente en medios digitales pero que la interpretación histórica depende finalmente de los destinatarios finales de esos trabajos: lectores, académicos, estudiantes y colegas.
  • Tú puedes cuestionar “¿cuál es la importancia de enseñar que la arquitectura es mucho más que el proyecto construido?” pero sería más clara la pregunta y estaría más centrada en el problema de la deficiencia de una formación holística si plantearas: ¿cuál es la importancia de ampliar la visión de los estudiantes que  creen que su profesión se centra casi completamente en pre-diseñar, liderar y/o supervisar la construcción de edificios? y ¿quiénes les han hecho creer esto?
  • Tú puedes decir sobre tu escuela que “aquí es donde nos formamos como arquitectos y formamos arquitectos. Sería más extenso pero también más claro decir que en tu escuela te formaste como profesional del diseño de espacios aunque también como asesor técnico, crítico del fenómeno urbano-espacial e incluso gestor cultural y político; y que esta gama de posibilidades de desarrollo personal y profesional son las que te gustaría transmitir y difundir entre tus futuros alumnos. Mejor aún si explicas que el lanzamiento de profesionistas al campo laboral no es la única responsabilidad de la universidad (aunque sea la labor sustantiva).

Los principales afectados por el vacío conceptual en que ha caído la palabra ‘arquitectura’ son los estudiantes de esta carrera, aquellos que la ejercerán en el futuro. En las ‘entregas’ o exposiciones de trabajos estudiantiles no hay investigación de referencias documentales, no hay rastro de visitas a acervos o bibliotecas especializadas, no hay sustracción, apropiación o representación de conceptos de diseño; pero sí hay una sintética frase o cita (la estrategia de la frasecita) de Bachelard, Duchamp o Serrat con poca relación con el tema del ejercicio; el análisis de casos análogos consiste en una foto apenas comentada de alguna obra de Ingels, Norman o el arquitecto estrella” del rumbo (a esta lámina la titulan “Investigación arquitectónicapero sería más claro y más sincero si la titularan “Me voy a ir rápido en la construcción del argumento”).  En el análisis del sitio y el entorno no hay muestras de una genuina aproximación al sitio ni datos históricos, sólo fotos descargadas de internet pobremente explicadas de tres calles contiguas al terreno del ejercicio; el estudio de la población y los usuarios objetivo no es más que la impresión de una pirámide poblacional encontrada en algún PDF elaborado por algún burócrata hace diez años (a esta lámina la titulan “Análisis urbano-arquitectónico pero sería más acertado titularla “No sé qué relación tiene esta información, que no es análisis, con mi proyecto”). No hay tablas de datos de elaboración propia, no hay diagramas de relaciones espaciales, de funcionamiento ni de situaciones; no hay esquemas de distribución de locales, de partido, ni de emplazamiento; no hay registro del proceso creativo, primeras imágenes, ni conceptualización; no hay análisis de áreas tributarias ni de prospectivas o futuras progresiones; no hay planteamiento de recorridos, de secuencias espaciales, de flujos, de jerarquías ni de composición (a veces hay una tabla titulada “programa arquitectónico” pero este suele ser genérico y apenas adaptado al ejercicio); lo que sí hay son plantas, cortes (¡wow! perspectivados gracias algún software), fachadas y renders con poco o nulo sustento pero perfectamente ambientados y maquillados digitalmente (a estas láminas las titulan «Propuesta arquitectónicapero sería más realista titularlas “Imaginarios que vacían de contenido al Diseño del Hábitat pero lo retacan de apariencias”). Han visitado las exposiciones (de auto-condecoración), han asistido o se han conectado online a los simposios (soliloquios) de las “firmas” que se anuncian en los ‘sitios web de arquitectura’ más ‘reconocidos’ pero, al desconocer las raíces filosóficas de la modernidad y su debacle, siguen planteando arbitrariedades: conceptualizan espacios refiriéndose a imágenes, proponen ambientes inconexos con el entorno,  definen de ‘sustentable’ un proyecto por el simple hecho de dotarlo de ecotecnias, eligen envolventes, estructuras o materiales porque les “vibran”, les “laten” o “son contemplativos”. Pocos saben cómo enriquecer sus propuestas desde los paradigmas de la actualidad, es decir, desde la complejidad y la contradicción (conceptos horrorizantes y horrorizados para y por el conservadurismo); pocos pueden distinguir entre realidad, situación, forma, imagen y apariencia, mucho menos pueden decir cuál es consecuencia de cuál (la modernidad planteaba formas para generar situaciones, pero contrario a eso, ¿se podrían ahora plantear situaciones antes que formas?). Pocos han oído hablar de los ‘elementos de función múltiple’ y menos son conscientes de estarlos proponiendo; pocos saben obtener las ‘lógicas del territorio’ a partir de sistemas de información geográfica (GIS), mucho menos emplearlas como sustento conceptual (todo lo anterior hablando exclusivamente del desarrollo de habilidades, capacidades y aptitudes para el diseño de espacios); pocos han tenido contacto con el qué, cuándo, para qué, cómo y con quién trabajan los urbanistas, planeadores, desarrolladores, políticos, politólogos, empresarios, ingenieros (no sólo civiles o estructuristas), activistas sociales, sociólogos o científicos… menos se puede esperar que colaboren con ellos en un futuro, que los aportes de esas carreras y actividades se integren fácilmente a nuestra profesión o que se pueda aportar algo para esos campos desde el nuestro. Es un hecho que las habilidades, capacidades y aptitudes para el diseño y construcción de espacios son y serán mayormente explotadas por quienes estén en condiciones sociales y económicas más favorables para acceder a la posesión de un despacho, un puesto, una jefatura, un posgrado, una dirección o cualquier otro coto de poder (esto ocurre en todas las profesiones y organizaciones). Sin embargo, el problema del discurso vacío o confuso alrededor del concepto ‘arquitectura’ no radica (aunque sí se detona) en los cotos de poder; el problema reside en pretender y difundir que las habilidades, capacidades y aptitudes para el diseño son, casi irrevocablemente,  “particulares” o “exclusivas” de un personaje, un grupo, una “firma”, un método educativo, o que se desarrollan únicamente en ciertas escuelas, “círculos” o “ambientes”.

PROPOSICIONES [Todo es un ir y venir]:

  • Tú puedes señalar que “la responsabilidad de abordar la arquitectura desde distintas vertientes recae en las aulas” pero eso suena a que delegas esa responsabilidad en otros profesores, en cambio, te asumirías más como parte de la solución si mencionas que, al ser académico, eres responsable de abordar y presentar la profesión del diseño y gestión del hábitat desde distintos enfoques ante las nuevas generaciones de estudiantes de esta carrera.
  • Tú puedes expresar: “me atrevería a decir que la mayoría de las escuelas de arquitectura, por lo menos en México, están enfocadas al campo proyectual” pero dejarías más en claro la invitación a que otros colegas aporten a tu argumento o te refuten si mencionas que las escuelas de diseño, gestión, crítica e historia del habitar en México están orientadas a formar exclusivamente diseñadores y productores de espacios; pero que esta es una percepción subjetiva que necesitaríamos comprobar con investigación, datos o estadísticas.
  • Tú puedes decir: “hablando de la Facultad de Arquitectura; uno de los núcleos importantes es el Taller de Arquitectura que tiene un enfoque cien por ciento proyectual” pero expresarías más claramente el sesgo de la formación profesional si dijeras que, con base en la formación que recibiste en tu escuela, podrías afirmar que el énfasis académico lo tiene el taller de proyectos el cual está enfocado únicamente en desarrollar la capacidad de conceptualizar propuestas espaciales por parte de los alumnos.
  • Tú puedes plantear que “en un país donde el porcentaje de arquitectos proyectistas es mínimo, es necesario repensar la arquitectura y dar cabida a la teoría, la historia… y a lo mejor las instalaciones o el cálculo estructural…” y aunque así dejas entrever qué materias fueron tus favoritas y cuáles odiaste o consideras irrelevantes, tu postura a favor de una formación holística sería más clara si  dijeras que en México el porcentaje de arquitectos que lograrán construir sus propios diseños es sumamente reducido, por lo tanto habría que mostrar y demostrar a los alumnos que hay oportunidades de desarrollo profesional en el ejercicio de la crítica, la investigación y la asesoría técnica.
  • Tú puedes hablar de un tema escabroso para el gremio, con pretendida diplomacia, al decir  que “las escuelas de pronto pueden llegar a construir como ciertos “sueños” [¿no?] en los estudiantes, de decir: “Híjole, pues quiero ser proyectista” –que digo- se vale, se vale muchísimo pero creo que las características del mundo en el que vivimos no están para tener… hablando, por ejemplo, en números de la Facultad… ¡ocho mil arquitectos, cada año, proyectistas! [¿no?] o sea, ni siquiera creo que habría espacio, ni creo que queramos seguir construyendo tantas cosas en este planeta [¿no?]” pero se volvería más clara tu denuncia y tu observación si dijeras que tu formación y experiencia en esta profesión, tradicionalmente elitista, te ha llevado a pensar que hay población estudiantil residual con vocación de proyectista y que no encuentras cómo matizar esta afirmación.
  • Tú puedes evadir un tema ríspido para el gremio con cierta vaguedad y desviando sorpresivamente el diálogo si dices: “hay ocho mil arquitectos nuevos este año y ¿qué van a hacer?, porque al final pues hay mucho por hacer pero son pocos los que tienen acceso a hacer la cosas y es responsabilidad de las escuelas de arquitectura abrir otros caminos… pero ¿hasta qué punto las escuelas, si bien van a trabajar en el campo proyectual, tienen que ser parte… o jugar… o entender la importancia de la especulación como parte del proyecto académico?… porque uno de los profesores que vas a tener en la maestría de la Architectural Association es Pier Vittorio Aureli, estamos hablando de gente que traspasa, trasgrede, el campo del proyecto que se va a construir, de decir, ‘pues diseñen el nuevo Museo de la Biodiversidad’, estas cosas que parecen muy de escuela pero casi nadie diseña el Museo de la Biodiversidad. ¿Hasta qué punto deben ser las escuelas de arquitectura así de grandes como la UNAM las que abran esos espacios para la especulación… para trasgredir lo que conocemos como enseñar arquitectura? [¿no?]” pero sería más clara y sagaz (aunque menos diplomática) tu intención de evadir la discusión propuesta y redirigir el discurso si, por ejemplo, dijeras: “concuerdo en que hay en el gremio población residual con vocación de proyectista, pero centrémonos en ti; tu profesor va a ser Pier Vittorio Aureli, él tiene un método lúdico y pedagógico  que lleva a sus estudiantes a reconocer que el proceso de conceptualización espacial debería ser transdisciplinar y, por lo tanto, relegado y delegado a quienes tengan aptitudes de liderazgo ¿habría lugar para que ocho mil alumnos conocieran y reconocieran tal ‘revelación’?”
  • Tú puedes librarte de una discusión un tanto áspera diciendo: “yo creo que es complejo, somos ocho mil… bueno son ocho mil estudiantes. Somos autónomos pero financiados por el gobierno; creo que las responsabilidades que caen aquí son grandes. Pero creo que no está peleada una con la otra, la obligación de una escuela pública de arquitectura es ofrecer o promover soluciones para problemas reales en el contexto en el que estamos pero al mismo tiempo no quedarse cortos con eso que tú mencionas: esa posibilidad de ir un poco más allá y de pensar más allá de la realidad que estamos viviendo en el presente. Yo creo que sí habría que encontrar la manera de… o promover más esa manera de conectar los dos casos” pero acertarías a señalar la parte sustanciosa y central del debate (sin perder la ilación) si, por ejemplo, dijeras  “Afortunadamente yo ya soy egresado y tengo un trabajo estable pero lo que hay que plantear a estudiantes, académicos como yo, colegios y al gremio en general es un desafío a la manera de Pier Vittorio Aureli: ¿cómo conceptualizarían, diseñarían, construirían y gestionarían teórica, espacial, funcional e institucionalmente una Escuela del Hábitat, para ocho mil alumnos anuales (o más), cuya labor sustancial estuviera basada en la búsqueda constante de pedagogías experimentales (no sólo una) que se complementaran, además, con las responsabilidades sociales de la educación pública?”

La palabra ‘arquitectura’ implica, refiere y engloba tantos significados, ideas o posturas que su sentido se ha extraviado (o acaso es la mercadotecnia la que ha cambiado el sentido del concepto para dotarlo de ‘valor de uso’ y ‘valor de cambio’; con frases del tipo “el lujo no está en la posesión sino en el uso”, según Aristóteles, y “Las cosas son lo que tú quieres que sean” de acuerdo con algún eterno puberto caprichoso). El vacío conceptual no es un problema exclusivamente denotativo, no se pretende que se sustituya ahora la palabra ‘arquitectura’ por otras que tengan relación semántica para “parchar” el discurso y disimular el vacío (aunque esto sería un buen ejercicio de auto-reflexión). Se trata de re-construir el discurso asumiendo, aceptando y confrontando el problema de la vaguedad: hay que asumir que esa constante aparición de ‘arquitectura’ como muletilla denota falta de conocimiento del propio campo además de ausencia de sensibilidad a lo que ocurre en otros. Hay que aceptar que con nuestra cerrazón hemos construido un cerco o una delimitación (pretendidamente infranqueable) que se confronta con su fragilidad cada día que encuentra menos espacio y razón de ser en el contexto contemporáneo, es decir, en la inter y en la transdisciplina; en la interconexión y la interrelación de ideas, posturas e intereses.

El arte (como el trabajo, el oficio y la profesión de la arquitectura) consiste en plantear posibilidades, romper tradiciones, renovar lo establecido y cambiar dogmas no sólo de forma sino también de fondo; y es en el fondo (es decir, no en el “qué hacemos” sino en el “cómo lo hacemos”) donde nuestro oficio, profesión y arte sigue muy vinculado al poder centralizado, el egocentrismo, la relevancia, el culto a la personalidad, la omnipotencia, lo que se asienta, lo que permanece, lo que se conserva y lo conservador. Por lo tanto es necesario evidenciar la necesidad de democratizar los procesos creativos del oficio, por ejemplo, fomentando la participación y la crítica entre y hacia todos los integrantes de un equipo de trabajo. Un edificio, una intervención urbana o cualquier espacio realizado por medio de nuestra profesión no es autoría de un solo individuo, ni se debe a un solo gestor, grupo, coordinador, gobierno, institución, inversor, director o consorcio; aunque existan las jerarquías, el hábitat humano ha sido, es y será siempre una obra colectiva. Pero la colectividad hoy también implica que la inter y la transdisciplina tomen muchos rumbos para adaptarse a las complejas encrucijadas de intereses: diseño participativo, diseño desde la asociación público-privada, diseño con perspectiva de género o diseño generativo son ejemplos propositivos de interrelación y coordinación de conocimientos aunque al mismo tiempo son ejemplos de cierta apropiación de nuestros campos de estudio y de trabajo por parte de ciertos intereses políticos, comerciales, económicos o industriales; para reconocer si dicha apropiación es con nuestro consentimiento (gremial o individual) lo más necesario es desarrollar la auto-crítica (¿por qué hago lo que hago?). También hay que reconocer que el miedo a la inter y a la transdisciplina es en realidad un miedo a tomar partido (quizá porque tomar partido nos confronta abiertamente con la colectividad, es decir, con el diálogo, la crítica y la negociación de intereses; algo a lo que pocos románticos ‘creadores’ están acostumbrados). La nueva axiología de los “creadores” (que ahora podrían llamarse “propositores”) de espacios contemporáneos no debería desestimar el alcance ético de nuestro trabajo, asumiendo que el dilema moral profesional no radica en tomar partido por algún interés sino en el cuestionarse, responderse y hacerse responsables del cuándo, para qué, cómo y con quién se toman decisiones; es decir, son las circunstancias y no el hecho de tomar partido lo que nos confronta con nuestro sentido moral. En suma, es el desarrollo de la autocrítica lo que nos llevaría a reconocer a qué intereses servimos, a cuestionarnos por qué actuamos como actuamos y nos confrontaría con la responsabilidad de asumir las consecuencias de nuestras acciones. Buena parte de nosotros elegimos esta carrera (en un principio y hace ya mucho tiempo) por satisfacer nuestras (in)conscientes y profundas necesidades megalomaniacas, pero esas necesidades tienen ya poca cabida en un mundo diverso, plagado de ciudades y sociedades complejas y contradictorias que ahora requieren más “interventores”, conocedores de los lugares que pisan, en mayor cantidad que “creadores” encerrados en una burbuja, ensimismados en su propio “lenguaje” (supuestamente porque así se “trasciende”) y ajenos al exterior: en esta carrera hay sitio para que la intervención y la creación se entremezclen (nada es absoluto) pero las sociedades contemporáneas demandan más trabajo en progreso (work in progress) que lenguajes acabados, recetas, instructivos o dogmas. Por ejemplo, en la industria literaria: el hecho de que ciertos productos (‘best sellers’) se vendan masivamente o se organicen eventos para entregar medallas a “reconocidos mentores del lenguaje”, no significa que sean los lectores quienes estén ‘condecorando’ a los autores; porque si existe alguna forma de ‘condecoración’ de un lector a unos autores, esta consiste en integrar a su vida, a su labor o a su escala de valores aquello que les ha transmitido una obra (no tanto las personas que la hayan realizado); y que la integración se da porque los autores o creadores (así, en plural) de los discursos, textos u obras han apelado a la inteligencia y al descubrimiento propio por parte de quien los escucha, los lee o los observa. Un discurso tiende a la pretensión cuando no apela, no considera o desestima la capacidad intelectual y la capacidad de “darse cuenta” del otro a quien se dirige. Igualmente los usuarios y habitantes de cualquier espacio construido no ‘condecoran’ a un ‘creador’ o a una ‘firma’ posando pretendidamente sonrientes o cómodos para unas fotografías sino usando, construyendo y deconstruyendo constantemente dicho espacio porque encuentran en él la flexibilidad para adaptarlo y transformarlo conforme a las necesidades (desde las básicas hasta las estéticas), voluntades (desde las individuales hasta las políticas) e intereses propios y del entorno (físico, ambiental y social) que los rodea (el entorno no son únicamente las tres calles que rodean el proyecto). Recapitulando, se trata de confrontar a un gremio que «gira sobre su propio eje», ajeno a lo que ocurre en disciplinas directamente relacionadas (geografía, urbanismo, arte o ingeniería), con pocas herramientas teóricas y con una carencia de lenguaje verbal (y gráfico también, aparentemente) para explicar sus ideas, posturas e intereses.

La re-construcción del discurso profesional no es, ni será tarea de un solo individuo (¿arquitecto?) ni de un grupo (¿de arquitectos?), ni de un simposio (¿de arquitectos?), ni de una sociedad (¿de arquitectos: A.C., ONG etc?), ni de un conjunto de estudiantes (¿de arquitectura?), ni de un certificador (¿de arquitectura LEED, ITDP, etc?), ni de una empresa (¿de arquitectura?), ni del planteamiento de un ‘movimiento’, ‘corriente’ o ‘estilo’ (¿de arquitectura?), ni de una oficina, taller o despacho (¿de arquitectura?), ni de un teórico (¿de arquitectura?), ni de un manifiesto (¿de arquitectura?), ni de una academia (¿de arquitectura?), ni de una exposición (¿de arquitectura?), ni de un crítico (¿de arquitectura?), ni de un tratado (¿de arquitectura?), ni de un posgrado (¿de arquitectura?), ni de una publicación (¿de arquitectura?), ni de una especialización (¿en arquitectura?), ni de un colegio (¿de arquitectura?), ni de una ‘eminencia’ (¿de la arquitectura?), ni de un congreso (¿de arquitectura?), ni de un festival (¿de arquitectura?), ni de un coloquio (¿de arquitectura?), ni de una escuela (¿de arquitectura?), ni de una historiografía (¿de la arquitectura?), ni de un constructor (¿de arquitectura?), ni de un desarrollador (¿de arquitectura?), ni de un (mega)proyecto (¿de arquitectura?), ni de una obra (¿de arquitectura?); ninguna parte de toda esta atomización, que está ocurriendo u ocurrirá, es o será la panacea del cambio porque es necesario dejar de hablar en singular y dejar de estar constantemente apoyados en la actual vaguedad del término ‘arquitectura’. Toca al gremio en general, desde todas sus perspectivas y organizaciones (habidas y por haber; en las que nos encontramos, trabajamos y ejercemos o con las que algún día nos encontraremos, o donde trabajaremos y ejerceremos… no sólo las educativas), afrontar el miedo a la pérdida del “prestigio”. Hay que reconocer lo que se esconde en la manía de verse el ombligo tan a menudo, aceptando que la “plusvalía” o el “privilegio” que aporta el ‘ser arquitecto’ desde cualquier tipo de organización ya mencionada, ha estado basado en un coto de poder (vedado a sociedad, clientes e incluso colegas) donde siguen siendo pocos los que tienen realmente claro qué es y saben cuándo, para qué, cómo y con quién se hace la arquitectura.

*Autor de «El ombligo de los arquitectos»: Jose Eduardo Guerra D. [@edgdehesa] con aproximaciones, interpretaciones y propuestas al programa La hora Arquine [14-09-2020].

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Manuscrito original [versión 1.0]: 06 de octubre de 2020 a través de SITIOCONTEXTO. Editado [versión 2.0] y publicado [versión 3.0] también en Bitácora arquitectura, N.o 47, UNAM, Facultad de Arquitectura, octubre de 2021.

Otros créditos: Imagen [salterio.blogspot] / Música [García-Berlanga Manrique, Carlos Jesús. Canut Guillén, Juan Ignacio (1997). Cuándo, para qué, cómo y con quién. En Vía Satélite alrededor de Carlos Berlanga. Edel Records. España].

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