Alejo Carpentier y la Literatura de Este Mundo

Por Jose Eduardo Guerra D. @joseduardguerra

“…la sangre pura es la bien mezclada…”

–  José María Cano –

El Mundo de las Ideas y el Mundo Real se entretejen en el arte, no hay creación humana que no esté impregnada de ambos mundos. Toda acción, obra u objeto concebidos por la mente humana llevan implícitos, en la forma y en el fondo, relatos o creencias que los dotan de propósito para ocurrir o existir.

Creer implica haber asimilado relatos, discursos, o ideas que nos dan razón y sentido de vida. Crear, por el contrario, implica haber cuestionado esos mismos relatos y discursos para abrir nuevas posibilidades de interpretación de la realidad; nuevos puntos de vista sobre aquellas ideas que rigen u ordenan todo lo que pensamos, decimos y hacemos.

La literatura de Alejo Carpentier, quien propuso por primera vez el concepto de lo real maravilloso en la novela El Reino de este Mundo (1949), es un testimonio tangible de alguien que ha experimentado la tensión que supone creer y crear, es también la obra de un escritor que demuestra gran sensibilidad ante la cultura del otro, es decir, la capacidad de abandonar su personal punto de vista para intentar colocarse en el lugar ajeno.

La Literatura de este Mundo es aquella que da la bienvenida a la complejidad y la contradicción, permitiendo asimilar y al mismo tiempo cuestionar las perspectivas propias y ajenas. La Literatura de este Mundo también demanda que su autor se capaz de creer y no creer (simultáneamente) en sus ideas para así ofrecer al lector la posibilidad de crear y recrear una versión propia de los relatos que le sean narrados.

Creer y no creer

El Reino de este Mundo es una novela cuyo autor se ha desengañado, es decir, ha intentado retratar una época y un lugar nutriéndose de dos visiones del mundo que colisionaron ahí: la del colonizador y la del colonizado. Ha sido capaz de notar las contradicciones de ambas visiones para ofrecer a quien lea el relato ese “tercer punto de vista” o ese “pensar fuera de la caja”; de esta forma es el lector quien extrae su propia interpretación de los hechos y de los símbolos que se van entremezclando a lo largo de la trama.

¿Pero cómo se puede creer y no creer, simultáneamente, en lo que se está relatando?

Al desengaño hay que aderezarlo con empatía, esta es la clave del gran acierto de la novela. El autor demuestra empatía por los colonizadores pero también por los colonizados, no quiere ofrecer una historia maniquea –de “malos” contra “buenos” o de “blancos” contra “negros”– porque es capaz de desentrañar lo que, esencialmente, une a ambas visiones en choque: la condición humana con toda su lucidez e imperfección simultánea.

La propuesta de Alejo sería que América Latina es un relato aún en proceso de construcción, sus cimientos son las civilizaciones que por diversos motivos han terminado confluyendo en este territorio, su método constructivo es el mestizaje y las obras a ejecutar son la identidad, la pertenencia o apropiación cultural y el sentido existencial.

El que quizá sea el mayor mestizaje cultural de la Historia no ha estado, no está y no estará exento de desencuentros, pugnas y conflictos –de poder, económicos, políticos, sociales, etc. De esta forma, el mestizaje ha sido la piedra angular en la construcción civilizatoria de esta región del mundo y, al mismo tiempo, ha sido su lastre. ¿Por qué? Porque la hibridación es de gran magnitud, está bastante extendida en el espacio, en el tiempo y en el número de involucrados (400 millones de personas que habitan gran parte del continente americano como resultado de cinco siglos de mestizaje aún en proceso), es esta gran escala del fenómeno lo que, aún hoy, no deja ver objetivamente –ni desde dentro ni desde fuera– la dimensión de la obra cultural que ha sido, es y será Latinoamérica.

La propuesta de Alejo, o lo que se vislumbra a partir de su discurso estético, es que la historia y la historiografía aún deben someter esa dicotomía colonizador-colonizado a una visión crítica, es decir, a un desengaño a ambos lados de la balanza que, en consecuencia, libere a América Latina de sus afrentas –desde dentro y desde fuera– para que se pueda vislumbrar con más claridad su sentido existencial. Una visión y una actitud crítica consisten en saber expresar por qué se cree y por qué no se cree en tales o cuales partes de los relatos, ideas o discursos que nos rigen. El Reino de este Mundo es la expresión de la vasta cultura de su autor además de su visión y actitud creativa crítica porque, a través de su quehacer literario, él pudo desengañarse a sí mismo de las creencias que se le habían impuesto culturalmente; como consecuencia pudo reconocerse falible, inacabado, imperfecto y engañado… ese reconocimiento es el primer paso hacia una genuina empatía por el otro.

Crear y recrear

En El Reino de este Mundo, el lector encontrará la oportunidad de crear y recrear sus propias visiones y cuestionamientos del relato: ¿no es la revuelta de Mackandal una estampa del mesianismo y el caudillismo que han impregnado la historia de muchas naciones latinoamericanas?, ¿no es el levantamiento de Boukman una representación de los movimientos sociales que acabaron perdiendo el rumbo cuando detentaron el poder, es decir, cuando los ideales se toparon de frente con la realidad?, ¿no es la caída de Henri Christophe una analogía de las eternas luchas de castas, raciales y de clases sociales que han terminado enfrentando a personas que perseguían un mismo fin, generando así sólo un relevo de élites? y ¿no es la vida de Ti Noel un símil del complejo entretejido de conflictos, pugnas y guerras que, a golpe de yunque y martillo continuo, han forjado a la sociedad latinoamericana actual?

La novela de Alejo culmina con tres momentos brillantes:

  • El encuentro de Soliman con la Venus de Cánova en La noche de las estatuas es prosa poética llevada a su máxima expresión; lo negro, humano, efímero, esclavo y vivo del personaje se funde con lo blanco, pétreo, permanente, dominante y muerto de la escultura. Este encuentro termina siendo muy elocuente en términos literarios porque, a la luz de la realidad, la escultura existe y el personaje, en cambio, es ficticio.
  • Las Órdenes al Viento dictadas por Ti Noel en La Real Casa ironizan magistralmente sobre lo efímero que al final resulta aquello que en alguna época parecía tan inamovible o perpetuo: edictos, ministerios, grados, coronas, baronías, guirnaldas, bendiciones, imposiciones, etc. Como diría el filósofo Marshall Berman, “todo lo sólido se desvanece en el aire”.
  • La transmutación y últimos instantes de Ti Noel en Agnus Dei son una metáfora de la memoria   –en sus formas de historia o relato– como lo único que se puede legar al futuro y a nuestros semejantes… la memoria cultural como aquello que, para bien o para mal, influirá en el molde de la idiosincrasia de quienes habitarán el porvenir de Este Mundo. Además, las últimas páginas de la novela poseen un gran paralelismo con las últimas líneas de El Evangelio según Jesucristo escrito por José Saramago en 1991: “Entonces comprendió… que vino traído al engaño como se lleva al cordero al sacrificio, que su vida fue trazada desde el principio de los principios para morir así, y, trayéndole la memoria el río de sangre y de sufrimiento que de su lado nacerá e inundará toda la tierra, clamó al cielo abierto… Luego se fue muriendo en medio de un sueño…

Nadie sabe para quién relata

¿Qué pretende un escritor al relatar? Quizá, explicarse a sí mismo la realidad que le rodea; se sirve de lo poético para llenar los vacíos con los que el Mundo Real le confronta. El Mundo de la Ideas le permite concebir situaciones e historias que, si bien no ocurrieron tal cual las relata, son un bosquejo de lo que sucede en el Mundo Real. Mackandal, Ti Noel, Soliman, Buckman, Henri Christophe, Paulina Bonaparte, personajes históricos y personajes ficticios, todos, son un reflejo del mundo que transcurre allá afuera de este texto y estas líneas.

¿Hacia dónde va la Literatura de este Mundo? Quizá, como si de un Viaje a la semilla se tratara, el Arte y la Literatura de este Mundo son un medio para construir una arqueología de la realidad; un viaje a la comprensión del mundo que nos rodea, una travesía que no está exenta de confrontarnos con las numerosas contradicciones en las que caemos cuando los seres humanos pensamos y construimos la Libertad.

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Fotogramas de Kaoma: Lambada [Videoclip]. Olivier Lorsac (Director). España – Brasil, 1989.

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